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IoT, I4.0 y... ¿humanos?

Internet de las Cosas, Industria 4.0...  ¿Y el ser humano?

Las siglas IoT se pueden traducir por Internet de las Cosas, e I4.0 se puede interpretar como Industria 4.0. La primera implica la interconexión digital de los objetos mediante una red digital (Internet). La segunda, basada en sistemas ciberfísicos, es una reorganización de los medios productivos para lograr mayor adaptabilidad y optimizar los recursos.

En el ámbito de la I4.0, se incluye la IoT como elemento básico de interconexión de todos los elementos integrantes de su ecosistema.

Ambos conceptos nos llevan a una (nueva) revolución digital y cibernética de las industrias.

La IoT proporcionará monitorización en tiempo real de múltiples dispositivos y sensores, cuyos datos se procesarán mediante análisis de BigData, permitiendo acercarnos a cero fallos, facilitar la reactividad, garantizar la trazabilidad y mejorar la predicción. Se basa en la nanotecnología, sensórica, y tecnologías como GPS, RFID, NFC, Bluethooth, WiFi...

Los sistemas ciberfísicos pretenden dotar de capacidad de computación y comunicación colaborativa a todos los procesos y subsistemas de una empresa, logrando interconexionar objetos físicos con algoritmos inteligentes. Integra elementos muy dispares, desde robots industriales, CNC o AGV , a drones, impresoras 3D o geolocalización de flotas.

Por supuesto, las industrias se abastecerán en gran medida con sistemas de autoconsumo renovable, minimizando así los efectos de posibles interrupciones en el suministro energético, y, fundamentalmente, comercializarán a través de Internet, gracias al SEO, SEM, la viralidad de la RR.SS. y las facilidades proporcionadas por los medios de pago cibernéticos.

Si trasvasamos los datos suministrados por la IoT de una empresa a su sistema ciberfísico, obtendremos una completo simulador virtual de dicha empresa. Será el videojuego preferido por los gerentes e ingenieros de procesos.

Un dato cambiado aquí, un parámetro alterado allá, unas condiciones de entorno modificadas a gusto, y ya tenemos una nueva empresa. Monitorizamos los datos, los procesamos, los analizamos, y decidimos si los cambios han surtido efecto o no. Y vuelta a empezar. Será la 4ª Revolución Industrial.

Internet de las Cosas, Industria 4.0...  ¿Y el ser humano?

En esta revolución que está a la vuelta de la esquina, parece que los humanos solo intervienen al inicio, para idear, construir y ensamblar los primeros elementos de cada sistema, y al final, para simular, analizar y tomar decisiones.

Pero es de esperar que, al poco tiempo, la revolución alcance también estos extremos, y las máquinas y los sistemas se autorreparen, y la Inteligencia Artificial tome las decisiones.

[En cuyo caso, quizá nuestra actividad principal en el futuro sea escribir blogs buscando la propia satisfacción, y dedicarnos a comprar online para mantener el sistema vivo].

Mientras tanto, las personas nos moveremos entre los sistemas ciberfísicos e interaccionaremos con los objetos inteligentes... siempre y cuando alguien se acuerde de nosotros.

Porque los sensores, dispositivos y aplicaciones se están diseñando y construyendo para interactuar entre ellos, y en el último paso, proporcionar los datos a las personas a través de un interfaz de usuario adecuado a nuestros sentidos (imagen, sonido, vibración...). Pero, tanto si fallara esta interfaz, como si únicamente deseáramos averiguar a qué está destinado, nos encontraríamos con un montón de última tecnología que no nos proveerá de ninguna información útil.

La versatilidad de los sistemas redundantes

Una posible solución podría pasar por implantar métodos, tecnologías y sistemas redundantes que permitieran en todo momento acceder a la misma información desde interfaces diferentes. Centrémonos en un ejemplo básico.

Imagina una máquina computarizada totalmente interconectada, pero sin manual de instrucciones, sin resalto de sus tapas y portezuelas, o sin señalamiento de su tornillería y fijaciones. En el caso peor, tendría que venir una persona a solucionar problemas, y no sabría por dónde empezar.

O imagina un sensor RFID que marca la ruta de un vehículo AGV, y que se daña. Si este sensor estuviera equipado con una tecnología redundante (que pudiera leer el AGV, como Bluetooth o WiFi), podría entrar en funcionamiento este segundo sistema y la producción no se resentiría.

Si el problema se debiera a serias interferencias, quizá ningún sistema de comunicación por radio fuera útil, y entonces un sistema óptico (como un QR) o sónico (ultrasonidos o infrasonidos) podría ser la solución.

Y aquí es donde cuenta también el factor humano, ya que toda esta información debería ser interpretable ágilmente por las personas que deban interactuar con este sensor. Y un chip de un sensor no dice nada.

Es algo que ya se hacía con la "Industria 1.0", por ejemplo, en el etiquetado de la ropa: iconos y símbolos legibles por humanos. O también, en los dispositivos contadores analógicos: una flecha marca el valor real, sobre un fondo de colores por sectores, y un piloto rojo se ilumina al llegar a extremos peligrosos.

A los primeros, de valor fijo, si les dotamos de un sensor NFC o un código QR, podremos hacer que se vea en nuestro móvil la misma información traducida, y ya serán etiquetas 4.0.

Llévalo al campo industrial, y piensa que los sensores podrían ser etiquetas QR con chip RFID incorporado y una pequeña leyenda o iconografía impresa, y obtendrás un sistema más versatil y menos propenso a errores humanos.

 Accesibilidad en la Revolución 4.0

Porque, no nos engañemos, quienes se van a ver mermados en sus capacidades interpretativas de la realidad que les rodea van a ser las personas: parece que todo irá orientado a favorecer la interrrelación de máquinas con el mundo físico. Es lo que ya ha ocurrido con los vehículos y las rotondas y grandes avenidas: se han desarrollado los ensanches de las ciudades facilitando la movilidad de los vehículos, no de sus habitantes. Y ahora, viendo las dificultades sobrevenidas, estamos pensando en construir ciudades inteligentes y sostenibles.

La realidad aumentada es una extensión de nuestros sentidos mediante dispositivos electrónicos: es decir, una muleta que nos hará más fácil la vida. Pero si se rompe la muleta, nos encontraremos con que se nos ha olvidado andar.

Con la Revolución 4.0, deberíamos intentar anticiparnos, y al igual que ahora se diseñan ciudades, edificios, accesos o sitios web accesibles a personas con dificultades sensoriales, nos convendría desarrollar sensores, dispositivos, máquinas, etc. pensando en su accesibilidad a humanos.

El objetivo no es otro que facilitar la adaptación de la especie humana a un nuevo mundo con su propio ecosistema cibernético, para el cual la naturaleza no nos ha preparado.

Seguro que se nos ocurren más ejemplos en los que poder mejorar la interacción entre sistema humano y sistema cibernético.

Aún estamos a tiempo, porque todavía somos nosotros los que ponemos la leyes. Pero no podemos perder comba.

Sobreviven los individuos mejor adaptados; perduran las especies más adaptables.